17 de mayo de 2014

Diez y siete cero cinco

Era un sábado, como hoy, hace seis años.
Tocó la puerta y cuando abrí, un enorme ramo de rosas rojas apareció frente a mis ojos.
Escuché un suave "¿Quieres ser mi novia?" y sus negros ojos aparecieron tras aquellas flores.
No le respondí, solo lo besé.
Me colgué de su cuello y me preguntó: "¿Es un sí?"
Y hasta entonces dije: ¡sí!

Así comenzó.

Hoy se cumple un año más de aquello aunque él ya no está.

Ni la que era yo.

Esa historia se terminó hace tres años y yo, yo construyo una nueva cada día que abro los ojos.
Voy un día a la vez, como los alcohólicos.
El final del cuento fue un accidente fatídico del que aún no me recupero, del que aún me duelen las heridas, del que quedé marcada con cicatrices imborrables por todo el cuerpo... del que apenas sobreviví.

Hoy, le lloro a ese recuerdo, pero no a esos ojos.

Le he llorado a lo que fue y ya no será.

Hoy, le lloro a la que fui.

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