19 de abril de 2015

Amigos,Amiguitos y Amigotes.

Según mi mamá, en la vida tenemos tres categorías para incluir a las personas que conocemos: Amigos, Amiguitos y Amigotes.
En la primera, los Amigos, puedes contarlos con los dedos de tu mano y te sobran dedos, Son aquellos quienes te acompañan en los momentos buenos y en los malos, en la salud y en la enfermedad, y de acuerdo a mi experiencia, en la depresión y en la alegría.
Los Amiguitos, son aquellos que andan de fiesta contigo y que siempre estarán si se trata de pachanga, que te buscan para pedirte cosas y que son casi siempre, bien simpáticos.
Y por último, los Amigotes. Esos, que te llevan de chelas, que te desvelan, que les vale madre si trabajas al día siguiente, ellos te necesitan y debes estar, pero cuando los buscas, siempre tienen algo más importante qué hacer.
Jamás coincidí con ella en eso, siempre consideré que la gente que me rodeaba me amaba y estaría para mi en el momento en que yo lo necesitara, pero nada más falso.
Soy una persona algo retraída, pero con las compañías correctas, suelo ser muy sociable, ello me ha permitido estar casi siempre rodeada de gente que ríe constantemente de mis tonterías y que siempre me llena de buena vibra.
Entonces, me creí afortunada, incluso, mantengo amistades desde la primaria o secundaria, gente que frecuento y con la que suelo charlar por facebook o en un café.
Hasta que, como dice la canción: llegó el día, el maldito día.
Empecé a cruzar una etapa de profunda depresión y entonces, cambié las sonrisas y la simpatía por tristeza y muchas lágrimas.
Entonces entendí.
Aquellos que juraban ser mis amigos, no estaban. Mis amiguitos y amigotes brillaron por su ausencia y yo, estaba SOLA.
Un par de personas se mantuvieron a mi lado, la mayoría se alejó y los menos, me dijeron que yo era nociva para la salud.
Tenían razón y juro que a ninguno de los que no estuvo, le guardó rencor, al contrario, ahora entiendo que más sabe el diablo por viejo, que por diablo. Mi mamá siempre tuvo razón.
Agradezco a esas personas que se quedaron con toda mi alma, el haber tenido la paciencia y el tiempo para llamar, sonreír, o simplemente, recordarme que ahí estaban y que jamás me dejarían.
Hoy, cada dedo de mi mano tiene un nombre, y aunque no lleno ni una de mis manos, me considero la persona más feliz por haber conocido a quienes hoy, puedo llamar mis Amigos.

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