Te dejas caer, pesada, en el suelo.
Recargas los codos sobre las rodillas y pones la cabeza entre tus manos, intentando, estupidamente, que eso te ayude a aclarar las cosas…
Usualmente no sabes que pensar, prefieres que las cosas pasen y que la vida te lleve a donde tengas que llegar.
Así ha sido siempre.
Simplemente, es que ahora, las cosas no han sido como siempre.
Alguien llego a tu vida cambiándolo todo, sacándote de la rutina y alterando tu monotonía.
Renuncio. Dices.
Renuncio a tu nombre, a tu voz, a tu boca y ojos, renuncio también al papel que me regalaste en tu obra, a pararme en tu escenario, a poner palabras desconocidas en mi boca, a ser yo contigo…
Te acaricias el cabello y sientes aún el perfume de su piel sobre la tuya.
Piensas en sus dientes desalineados y su barba mal cortada.
Murmuras un “lo siento” y sientes que te invaden unas ganas tontas de llorar…
Habrás hecho mal? Te preguntas.
Después de todo, solo intentabas seguir las reglas y atenerte a su anunciado adiós.
Aún así, te enamoraste.
Te callaste tantos “te amo” que casi creíste que no era verdad.
Te quedaste con ganas de gritar mientras te hacía el amor para que no se diera cuenta de lo que te hacía sentir.
Te mordías los labios siempre que tenías ganas de besarle sin preguntas…
Te inventaste un personaje que nadie pudiera amar y nadie lo hizo.
Dejaste que se fuera y ahora te arrepientes.
Carajo!
Como si fuera la primera vez…
Te levantas más convencida que antes que hiciste lo que debías, te recargas en la pared húmeda de tanta lluvia, levantas del piso
Abres la puerta y sales a buscarlo.
Tocas en la vieja puerta de su casa, (donde nunca te llevo) y lo miras abrir.
Miras por detrás de él, la nueva adquisición.
Sí, se nota que no es ni lo más mínimo parecida a ti y te vale madres.
Después de todo, nunca has pretendido ser perfecta.
Te ríes de ella y de su cara de sorpresa.
Lo miras y lo acercas a ti.
Vuelves a sentir su olor, quieres detenerlo a tu lado y lo besas sin más.
Él por un instante te responde y después te aleja.
Ella grita indignada.
La miras otra vez y ahora no sonríes.
Te acercas a ella y la tomas del cabello, sientes ganas enormes de clavarle la navaja en la garganta, pero su cara asustada te recuerda que no es eso a lo que vas.
Lo miras a él y ni siquiera intenta alejarte de su enclenque novia.
La miras y le dices la lástima que te causa.
La dejas en el suelo y te acercas a él de nuevo.
Lo tomas de la mano, y la pones sobre tu pecho, que sienta el latido de tu corazón, si es que, aún se siente…
Te mira con algo de lástima y otro poco de ternura.
Lo abrazas fuerte, te rodea por la cintura.
De pronto, entre tus manos, empieza a correr una tibia humedad…
Sus ojos, los de ella, casi se salen de sus orbitas y grita.
Sus ojos, los de él, te miran asombrados…
Verdad que duele? Le dices.
Y sacas de sus tripas, la navaja que te regaló.
La guardas de nuevo y te alejas con una leve satisfacción de hacer lo que debes...
siempre…
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