Te conocí asustada, te vi con miedos, te miré crecer…
Creías firmemente en la amistad, en el amor, en príncipes azules que rescatan princesas como tú.
Nunca estuviste sin cobijo, la soledad te abrazó desde siempre y te acostumbraste.
Aprendiste a vivir bajo su sombra sin dejar de brillar.
Tus creencias empezaron a cuartearse y Tú, empezaste a hacerte fuerte a base de golpes.
Solías llorar, me acuerdo, te encerrabas en el baño y te mirabas al espejo diciéndote que con los ojos mojados, te veías mas bonita. Tenías razón.
Un día, como a los trece, abriste los ojos por la mañana y odiaste ser mujer. Es hora, dijiste. Y tomaste tu suéter, tu mochila y tu fuerza para empezar a enfrentarte al mundo.
Como a los quince las lágrimas se te acabaron y dejaste de encerrarte.
Fuiste dándote cuenta de las cosas que te estaban negadas, a tu desgracia, encontraste entre ellas al amor…
Resignada continuaste, te prometiste reír si algo dolía, olvidar el amor, patear a quien te golpeara y quitar lo que te estorbara. Cumpliste.
A los diez y tantos, te gustó caminar sola por las noches, olvidar tu fragilidad, fingir no ser tú.
Tu madre gritaba a todas horas lo irresponsable y desconsiderada que eras, la mirabas siempre hasta que se cansaba, tomaba un par de aspirinas y te alejabas como si nada…
Así llego el día que te hartaste de tu vida, que aprendiste que también con letras puedes curarte el alma…
Y empezaste a escribir.
Escribiste de ti y de lo que te hacía daño, de lo que jamás contarás de viva voz…
A tu paso encontraste muchos sin nombre que te regalaron noches, te escribieron historias, te dibujaron sonrisas, te inventaron gatos, te acertaron puñaladas, pero ninguno logró matarte…
A más de uno te le entregaste, le escribiste cartas y después lo mataste…
Dejaste huir tus demonios y sin darte cuenta, te convertiste en uno.
Un día, abrazaste el aire que tanto amabas y después lo dejaste ir.
Entendiste que desprenderte de lo que amas es la mejor manera de no destruirlo.
No hieres por herir.
Tampoco amas por amar.
Sin querer, encontraste un escondite y te quedaste ahí.
Te pusiste a salvo y dejaste de conocer gente para encontrar amigos, incluso hermanos…
Escondiste los miedos y tiraste tus muros, construiste una nueva tú y miraste al mundo de frente, sin llorar, sin suplicar, sin olvidar…
Y así, hoy hace un año, empezaste con esto.
Max, date cuenta, eres increíblemente afortunada...
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