29 de junio de 2015

Corazón coraza.

Me acuerdo que cuando te conocí no sabía en realidad quien eras.
Apareciste como una dulce casualidad. Te confundí, de hecho. Resultaste ser el amigo de mi entonces novio.
Pero no sólo eras el amigo de mi novio, no, resultaste ser mi alma gemela, el hombre que siempre soñé, el amor en su forma más real.
Me acuerdo que solíamos hablar por messenger hasta la madrugada, eras increíblemente culto e inteligente, nunca entendí por que te reías de mis bobadas y cómo podías interesarte en una charla de esas que no tienen nada de inteligente pero siempre tienen algo para hacerte reír.
Un día comenzamos a llamarnos, a mensajearnos, a conocernos de verdad.
Tu papá fue boxeador y solía entrenarte, te encanta el box. Vivías solo con él, tus papás estaban separados. Nunca me hablaste de tu madre ni de tu hermana.
Entraste a estudiar sociología, eres político apasionado, odias al sistema y fumas mariguana.
Ahora eres fotógrafo y creativo en una revista o algo así.
Me acuerdo que hicimos muchas citas. Jamás llegué a una sola.
Me odiaste y después llamabas de madrugada para preguntarme por qué diablos no dejabas de pensar en mi.
Yo lloraba sin que lo notaras y agradecía a dios por que no pudieras alejarte.
Dicen que el dolor puede llorarse, la rabia puedes gritarla, pero el miedo te atrapa silenciosamente en tu corazón.
Es verdad.
Tuve miedo. Siempre sentí un terror inexplicable a que te fueras, a no verte más, a no escuchar tu sonrisa, a que me rechazaras cuando me conocieras en persona.
Nunca quise romper esa imagen que tenías de mi, prefería que te alejaras de mi con la yo que habías creado en tu imaginación, prefería sufrir el dolor de perderte así que enfrentarte, que soportar tu cara de desagrado mientras te miraba a los ojos. Fui cobarde.
No sé por qué nunca te lo dije, si contigo podía hablar de cualquier cosa. Aún ahora no lo sé.
Y llegó el día.
Volví a buscarte y te encontré. Me sacaste de tu vida con palabras crueles y groseras, dijiste que no necesitabas más amigos y que te dejara en paz. Después me buscaste.
Me dejaste plantada una vez y entendí todo lo que te hice sentir tantas veces.
Me volviste a buscar, hicimos una cita y ambos llegamos.
Nada fue perfecto pero fue maravilloso.
En la segunda cita, pude tocarte, sentí tu piel, tus labios, tus manos suaves. Cómo puede un boxeador tener un tacto tan suave?
Dos veces más y te perdí. De nuevo.
He hecho lo que he tenido necesidad de hacer, pero soy lista. Sé cuando no soy requerida en un lugar.
Lo entiendo y lo acepto.
Y esta vez, se que es definitivo.
Solo necesito dejar por escrito que existes. Que eres increíble, que no importa cuantos años han pasado desde aquel día, siempre sentiré que mi corazón se ilumina cuando piense en ti.
Gracias por dejarme soñar contigo, por dejarme perder mis dedos entre tu cabello rizado, por haberme besado de la forma que lo hiciste.
Gracias por dejarme conocer tu sonrisa, por esos mensajes tan graciosos. Por ser quien eres y por sacudirle el polvo a mi corazón pero sobre todo, por poner mi mundo de cabeza otra vez y dejarme darme cuenta, de que soy completamente capaz de volver a amar aunque eso signifique también, que me vuelvan a putear el corazón...

No hay comentarios.: