Grillo apareció en el momento justo.
Justo cuando creí que tenía derecho a enamorarme otra vez.
No, no fue de él de quien me enamoré. Grillo estuvo ahí justo cuando la vida me recordó, que el amor para los demonios es como miel en el hocico de los puercos.
En fin. La historia de amor que viví antes de que apareciera, se terminó, diría, unas horas antes de que Grillo se atreviera a decirme cuanto le gusto.
Lo conocí un lunes por la tarde, honestamente, no me percaté de su presencia sino como a las 6 de la tarde, la hora precisa en la que subo el volumen de la música en la oficina y me olvido de todo lo que me rodea, incluyendo a mi jefe.
Hizo un comentario respecto a mi música, lo miré tratando de reconocerlo, hasta que logré hilar su imagen con la de alguien más.
Escuché su voz y no pude evitar sonreirle.
A la semana siguiente, me tomaba de la mano para dejarme iniciar un viaje que cambiaría mi vida sin querer.
Pensé en él muchas de esas noches que pasé a solas en aquél lugar.
Alto, muy joven (varios años menos que los míos), piel morena, hermoso cuerpo y unos colmillos que se asomaban entre sus labios.
Toda una tentación!
Regresé de mi viaje con los pulmones llenos de aire limpio y el corazón confundido.
Y él estaba ahí. Mirandome desde su lugar y dejando bolitas de papel con pequeños mensajes que me llevarían a mi destino, como las moronas a Hansel y Gretel.
Mi historia de amor dejó de existir mientras Grillo miraba como acechando, sin saberlo siquiera, pero cerca…
Cuando el corazón se me rompió, Grillo lo tomó en sus manos y lo escondió.
Puso sus labios sobre los míos y callé.
Sin querer, me enteré que tenía una historia, que alguien más había logrado atarlo de un modo innegable.
Seguí callando.
No es la historia de final feliz, es solo un cuento que se construye con frases incompletas y con ánimo de no crecer.
Sin embargo, algunas noches, no puedo evitar ponerlo a prueba.
Le pido de modo tácito que se quede. Y se queda.
Le pido que lo deje todo y cuando está a punto de soltarlo, lo detengo.
No teme quererme, se entrega, se arriesga.
No sabe lo que soy y no voy a decirselo.
Lo sabrá cuando sus comillos crezcan un poco más, quizá cuando la deje por mi, quizá cuando esté dispuesto a podrirse en el infierno…
Para entonces, me alegraré de haberlo convertido en un Demonio con mi ausencia…
1 comentario:
buen regreso max aunque te voy a interrogar un poco mas despues.
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