6 de mayo de 2005

Mirador

A los sesenta años de edad, Jhon Dee, se enamoró de una muchacha.
Por ella dejó sus libros, sus cartas zodiacales, sus instrumentos astronómicos. Los discípulos de aquel buscador de la verdad se entristecieron primero y se burlaron después, al verlo embebecido como un adolescente ante los dengues y carantoñas de la pizpireta.
Loco por el amor que le fingía la coqueta, el maestro le dio casa y ajuar. Vendió su amada biblioteca para tener con qué satisfacerle sus caprichos. Cambió un precioso astrolabio por una ajorca de oro falso que a ella le gustó. Meses después cuando lo vio arruinado, la muchacha lo dejó para irse con un joven.
Los amigos del filósofo fueron a verlo, condolidos.
-ya ves? Te decíamos que esa mujer nunca te amó.
-siempre lo supe- contestó Jhon sonriendo con el recuerdo de su dicha-. Pero yo si la amé, y eso nos salva a los dos.
periodico el metro, df.

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