7 de marzo de 2005

Un final...

Justo un día de diciembre, uno de esos que a él a le gustaban, sin sol, sin sombras, con el viento helado en el rostro, justo cuando él se acostumbraba a su tan odiada soledad, cuando ya no esperaba que volviera, cuando se hubo hartado de buscarla en otros cuerpos, ella le llamó…
Sabía quien era sin escucharla hablar, sin que nadie le dijera su nombre…
Se le agitó el corazón, hacía mucho desde la última vez y guardaba la esperanza de que una noche ella se quedara a su lado para no irse jamás…
- te extraño. Le dijo en tono triste.
- yo también, necesito verte…
- voy para allá…
Ambos sabían como buscarse y donde encontrarse…
Salió sin poner llave, sin lavarse la cara, sin acordarse de cuanto la maldijo antes…
Subió al tren y miró por la ventana, vio su reflejo en el cristal sin reconocerse…
Algo le decía que ésta vez ella no se iría, que ahora, estaría convencida de necesitarlo…
Llegó a la estación y tomó un taxi.
- a la calle libertad, en el centro…
- si señor. Hace mucho que no la ve?
- que? Contestó él con sorpresa.
- es que, la cara que trae solo puede ser por que va a ver a una mujer otra vez…
-a quien?- dijo de modo inmediato.
- a la mujer que ama, a quien mas?- y el hombre sonrió.
Él guardó silencio, se preguntaba cuanto hacía desde la última vez… eran años, meses, días, horas, segundos malditos…
No quiso pensar más, desde aquella ocasión él no mencionaba su nombre, de hecho, ni a ella se lo decía… sabía que un día iba a nombrarla en otro cuerpo, así que la rebautizó.
Ella era un poco mayor, lo había topado por casualidad un día de vacaciones y ambos sintieron el mismo fuego encendiéndose bajo la piel, ella fingió, él no, no pudo.
Su juventud lo obligaba a mostrar cuánto sentía y ella no se resistió.
Esa misma noche se encontraron en aquel sitio, ese que los vio desnudarse con desesperación, que fue testigo mudo de las caricias y palabras calladas…
Ese lugar fue su refugio siempre.
Mientras empezaba a reconocer los paisajes, su mente se revolcaba…
Ésta vez se quedará! , se repetía…
Ella, a pesar de tener pocos años mas encima, tenía un plan para su vida, un proyecto, un camino trazado que no quiso dejar por él…
Lo buscaba cuando su ansiedad la arrinconaba, cuando se cansaba de otras manos, cuando los besos de él la buscaban entre sueños…
Él iba a dónde siempre y ella lo esperaba, ni un solo día pudo quedarse a despertar con él… siempre un billete era la despedida.
Ella era así y él la aceptaba, la amaba tal cual… hasta aquella vez…
No, no, no! Se repitió agitando la cabeza.
El taxista clavó sus ojos en él pero no habló.
Él movía la cabeza intentando alejar esos recuerdos que de pronto le parecían frescos…
Inevitablemente recordó, vio clara la escena… ella se ponía los zapatos y su cabello le caía por la espalda…
Él despertó para detenerla, ella no lo quiso mirar, él la tomó por las muñecas y la puso contra la pared, ella no levantaba el rostro y su cabello se hacía cómplice…
Él la soltó, le levantó el rostro y apartó el cabello…
-no te vayas, no ahora!
Ella se mantuvo en silencio.
-al menos dime que te vas por que no me amas, y eso bastará para fingir que quiero arrancarte de mi vida…
Y solo tuvo como respuesta la indiferencia de ella.
- Carajo! Estoy fastidiado, Ya no puedo mas con este amor de mierda!- gritó con toda la fuerza que pudo.
- mira, hoy… hoy es la última vez, si lo quieres así. Yo no puedo ya, no puedo vivir sabiendo que te iras antes que amanezca, que partirás antes de que despierte y encontraré un billete al abrir los ojos, un billete que no me dice nada… estoy harto de ti y de tu vida perfecta, de que quieras dinero, de que cuides que la gente no sepa de mi, de que te acuestes con no sé cuantos solo por que te conviene, de que te vendas así… eres una maldita puta!
Ella tomó las llaves de su auto, sacó un billete y lo tiró en el piso, abrió la puerta para escuchar la última amenaza mientas se iba: si te vas, no me busques, yo te juro, dejaré de insistir…
Y ella cerró la puerta tras de si…
Él vivió siempre con ese algo dentro, con las ganas de buscarla, de decirle que nada era cierto, que nunca quiso decir aquello, que la amaba como a nadie…
Pero no la buscó, se lo había prometido.
Buscó entonces un cuerpo que le hiciera sentir lo que ella, una boca que lo acariciara con palabras, unas manos que le hablaran a señas…
Y no la encontró.
Cada noche era una mujer distinta, con el cabello oscuro o rubio o largo o corto, no importaba, ni cerrando los ojos podía engañarse, ninguna era ella…
Volvió a la realidad cuando el taxista dio la vuelta en la calle libertad…
No faltaba mucho, comenzó a buscar palabras para decirle lo que sentía, que sabía que no era una puta, al menos, no del todo… y no encontró las correctas.
- en la casa verde, por favor- y el taxi se detuvo. Bajó justo en la entrada de la casa, miró hacía su ventana y no la vio… pagó el taxi y sacó sus llaves, abrió la reja y cruzó el jardín, esa, en algún tiempo, había sido su casa, pero la abandonó después que a ella…
Miró con sorpresa que la casa parecía habitada, había flores nuevas, se veía recién limpia y olía a fresco…
Su corazón se detuvo cuando la miró en la entrada principal… no sonreía, pero había algo en ella, se notaba feliz…
Él no pudo hablar, la miró y quiso decir algo pero el intento se vio frustrado cuando ella corrió hacia él, le cruzó los brazos por el cuello y lo besó…
Su cabello estaba mas largo, sus ojos igual de azules y su piel olía mejor que antes. Él sintió la vida corriendo por sus venas otra vez…
Se perdió en el beso junto con ella y entraron a la casa, comenzaron a hablar, hicieron planes, notó entre líneas que ahora si iba a quedarse…
- vendí mi casa, deje el trabajo, solo traje mi auto, mi ropa, y algunas flores… y sonrió.
Ella lo miraba mientras hablaba, pensaba que no había nada mejor que la cara de él mojada en sudor, con el cabello cayendo sobre sus ojos negros o sentir esas manos en su espalda, su aliento en el suyo, sus labios explorándole todo el cuerpo…
Y pasaron el día abrazados, jugando, hablando, riendo, olvidando todo menos el motivo de su reencuentro…
Él preguntó con algo de miedo, ella solo dijo que el momento había llegado, que quería ser feliz… y no necesitó más.
Mientras se hacía de noche, él comenzó a tocarla, a buscar en ella la pasión de siempre…
Ella comenzó a acariciarlo con sus palabras, él a dibujarle caricias en el cuerpo, ella lo seducía, él la desnudaba…
Ella seguía siendo la causa del fuego en su cuerpo, él se sabía dueño de su esencia…
Ambos se mezclaban poco a poco, se fundían en silencio, confundiéndose entre sombras, enredándose entre las sabanas húmedas…
Y fueron todo lo que podían ser, sin prisa, sin horario, sin una sola imagen que no fuera la del rostro del otro en sus mentes…
Él conocía cada parte que tocaba, la había memorizado desde la primera vez, jamás supo cuanto tiempo pasaría para el siguiente encuentro y aprovechaba cada instante, cada caricia, cada beso…
Ella pensaba, mientras lo acariciaba, que eso no debió ser, que él era lo que siempre evitó… y cuando sentía sus manos entrando por rincones escondidos, cuando le besaba los miedos y le mojaba las palabras, todo se le olvidaba…
Ambos eran piezas hechas con exactitud para buscarse hasta encontrarse, para embonar sin que nada faltara o sobrara…
Ella le había enseñado a amar las palabras, él le enseñó a amar su cuerpo…
Y aprendices y maestros, fueron siempre perfectos…
Entre los silencios de sus almas y los gritos de sus cuerpos se fundieron en uno…
Ella lo apretaba entre sus piernas, el la presionaba contra su pecho, ambos deseaban quedarse así, fundidos, ahogados, extasiados…
Él respiró profundo, ella se quedó sin aliento…
Cayeron hundidos en un sueño profundo, uno del que tarde o temprano despertarían…
Cerca del medio día lo despertó una tenue luz sobre su cara, abrió los ojos sintiendo el firme instinto de buscar el billete y se topó con su cuerpo…
No pudo evitar sonreír…
La abrazó, le besó la espalda desnuda, cerró los ojos, pegó su cuerpo al suyo y sintió un frío que le caló los huesos…
La movió suavemente y la miró, parecía feliz…
No necesitó explicaciones o razones, no hubo reclamos ni preguntas, solo agradeció a su suerte haberla hecho suya una vez más…
La envolvió en una sabana y la levantó recargándola en su cuerpo, salió a la calle así, desnudo…
No había nadie que admirara la belleza de los dos…
Miró la calle sola, no sintió el frió que aún hacía ni el pavimento helado bajo sus pies, el viento le cortaba el rostro y él solo pudo sonreír…
Pensó en su promesa y le agradeció haberla cumplido…
Se echó a caminar con ella en sus brazos, sabiéndola eternamente suya…

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