15 de octubre de 2004

Pa luego es tarde...

Me animé y de una vez ahí va.

Capitulo tres.

Siempre me habían gustado las luces de los antros cercanos a mi casa, nunca había ido a uno, pero me gustaba también la música y la gente, me gustaba la vida de esas mujeres que salían siempre con un hombre diferente, todas las noches eran distintos…
Había uno en especial, uno que yo había visto salir de ahí mas de una vez, pero no salía con ninguna mujer, salía siempre solo, con un cigarro entre los dedos y una libreta bajo el brazo.
Siempre lo miraba por que desde mi ventana se veía la entrada de la “burbuja”, y me gustaba mirar, me gustaba soñar que algún día yo estaría ahí, entrando y saliendo, dándome una vida de desmadre y lujuria…
Me di cuenta de que la curiosidad que sentía por conocer la vida dentro de las paredes de la burbuja, iban mas allá de mis propias fuerzas, salí de casa y me pare en la entrada, el tipo de la puerta me miro de arriba abajo y detuvo al mirada un instante en mis senos, fingí no darme cuenta e intente mirar hacia adentro una vez mas…
- Entra- me dijo – desde ahí no encontraras lo que estas buscando-
Me sentí un tanto extrañada por el tono de sus palabras, quizá fue coincidencia pero sonaba como si supiera que en ese instante yo buscaba saber que era lo que quería y hasta donde llegaría por conseguirlo.
No lo mire, solo me fui y entre de nuevo a casa.
Ya en mi cuarto me senté junto a la ventana como cada noche, espere verlo llegar, era difícil no verlo, era alto, media como un metro ochenta y de piel canela, (lo sabia por la luz del foco de la calle de vez en vez le iluminaba el rostro, ) tenia las cejas pobladas, y una cicatriz le atravesaba parte de la frente, bajaba por el centro de su ceja izquierda y apenas tocaba el borde de su ojo, era grande, pero a mi parecía lo mas interesante de su físico. Sus ojos eran grandes, tenía los labios carnosos pero bien delineados, la nariz respingada y la barba de candado le acentuaba la forma de la cara. Siempre estaba bien vestido y usaba el cabello peinado hacia atrás, como los hombres de otras épocas. Lo mas extraño era esa libreta que siempre cargaba. No sé si alguna noche saldría borracho pero caminaba recto y con un porte que solo un hombre como él podría poseer.
Lo había visto tantas veces que me resultaba fácil describirlo con los ojos cerrados, me inspiraba curiosidad y hasta cierto grado, deseo. De algún modo lo hice parte de mi vida y me gustaba esperar en la ventana el momento de verlo pasar… quizá algún día conocería las razones de su libreta y su soledad.
Espere hasta tarde, serían casi las cuatro de la madrugada cuando lo vi salir, una vez mas traía el cigarro entre los dedos y su libreta bajo el brazo, pero, esta vez, había algo más, ahora traía también una rosa blanca, su rostro no encajaba con las imágenes de antes, ahora se veía triste, como si algo estuviera oprimiéndole el alma.
Me sentí rara, con ganas de correr a su lado y abrazarlo, sin hablar, sin preguntar, solo hacer que sintiera que yo estaba ahí para él, que ya no estaba solo y no lo estaría mas, pero no pude.


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