23 de septiembre de 2004

Capitulo Dos

No soy heroína, más bien soy pendeja.
Ver a Ana acostada junto a mi, con los pies descalzos, me abrió los ojos, no había muchas opciones y el trabajo de mi hermana no era suficiente para sacarnos a todos adelante, mucho menos para pagar las medicinas de mi papá, yo había dejado la escuela año u medio antes de terminar la carrera y regresar, era un sueño que yo ya había olvidado.
Ana era mi única razón para pensar en despertar al día siguiente, verla ahí. Parada junto a mi cada mañana con una sonrisa, eso era suficiente para pensar en que merecíamos una vida mejor a la que mi madre nos había heredado…
Cuando desperté eran más de las once, Ana estaba sentada frente a la cama de mi papá, tenía las lagrimas de silencio en las mejillas (ella siempre lloraba así cuando algo le dolía demasiado) y miraba fijo, hasta parecía que no respiraba, solo miraba…
Tarde me di cuenta de que mi papá no respiraba, supongo que había muerto mientras dormía, o quizá despertó para darse cuenta de que era la última vez que podría mirar la desgracia en la que había convertido nuestra existencia…
Ni siquiera me acuerdo quien arregló todo, seguro fue mi madrina, pues era la única que seguía preguntándose si mi madre regresaría algún día y de vez en vez, compraba alguna medicina cara o llegaba con algo de comer, siempre estuvo ahí, como si fuera ella mi madre… como si de veras le importáramos…
Ana no fue al funeral, la dejé con una vecina, eso era demasiado para ella y yo no quería que sufriera mas, a sus ocho años, el dolor le sobrepasaba la estatura.
No recuerdo mas del funeral, solo sé que agradecí que la muerte de mi padre, era lo mejor para todos, incluso para Ana…
Esa noche Ana no durmió, se la pasó mirando por la ventana y abrazada de chemo, un oso de peluche al que le faltaba el ojo izquierdo.
No sé que esperaba o que miraba, no sé siquiera si chemo era en verdad de ayuda para ella, solo sé que me hubiera gustado abrazarla y decirle que todo estaría bien, pero no lo hice, por que solo le recordaría la noche en que mi mama se fue.
Pasaron los días y Ana seguía igual, no hablaba ni lloraba.
Yo tampoco decía nada, Ángela y Rey no se paraban por la casa, Emma buscaba cualquier provocación para no llegar a la casa y la soledad, como un cáncer, me seguía carcomiendo los huesos…
Después de un tiempo abrace a Ana, le puse pantalón y suéter, y salimos por la calle, de noche, sin ruido y sin autos. La calle donde vivíamos era solitaria, pocos vecinos y poca luz.
No había lujos ni amigos, no había nada que yo o Ana pudiéramos extrañar, decidí dejar todo atrás y ella también lo haría, no importaba el precio, yo ya lo había pagado por las dos.
Subimos a un autobús como a las tres de la mañana, cerca de las once habíamos llegado a la casa de unos tíos que vivían en un pueblo, ellos nos querían pero no tenian mucho dinero, les encargue a Ana y me fui sin mirar atrás, fingiendo que era fuerte y que una vez mas, las lágrimas calladas de ana no me interesaban…
Regresé a casa, me miré al espejo cerca de dos horas, miré mis ojos, miré mi cabello, miré mis manos y mis pies, me miré desnuda, pensando en que jamás supe lo que era el amor, ni siquiera tenía amigos y ya tenía cerca de veintitrés años….
Me di lástima…


No hay comentarios.: