Eran las seis treinta de la mañana, sonó el despertador…
Abrió los ojos y a tientas lo apagó.
Prendió el radio y se sentó en la cama, no le agradaba para nada la idea de levantarse temprano un domingo, pero sentía dentro el compromiso de ayudar.
Tomó sus toallas y se metió al baño, abrió la llave del agua caliente y comenzó a quitarse la ropa mientras se miraba en el espejo… tenía ojeras y el cabello sucio, sonrió…
El radio sonaba, ella no prestaba mucha atención. Se vistió: jeans azules y camiseta negra, un par de tenis y su oscuro cabello recogido en una coleta… volvió a mirarse en el espejo, sumió la panza, se paró derecha y… volvió a sonreír…
Tomó su mochila, bajó corriendo las escaleras y abrió la puerta de la casa aún con leche en la boca y una galleta en la mano, salió.
Era una mañana fría y ya era tarde, no tenía un horario que cumplir pero sabía que mientras mas temprano, mejor. Tomó el camión y después el metro. Era domingo y ella no terminaba de digerir la idea de estar levantada y menos aún, que no hubiera ni un lugar libre en el vagón…
Salió de la estación y abordó un taxi, después de unas cuadras (y un par de intentos fallidos del taxista por hacer conversación) se bajó y pensó que tendría que caminar todavía unas cuadras para llegar. Se acomodó la mochila y echó a caminar.
Había un puesto de periódicos y se fijó de reojo en el encabezado:
“PIERDE LA CABEZA tras ser atropellado por un auto, su cabeza voló unos metr….” Dejó de leer.
Le parecía ridículo y grotesco ese tipo de artículos.
Quizá si ella hubiera puesto mas atención donde se leía “la novia presenció todo” habría visto la foto y se habría dado cuenta que lo conocía…
Sí, era el mismo con quien se sentía comprometida, ese por el que se había levantado temprano un domingo…
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